1
habíamos llegado a la casa un tiempo antes, cuando las calles estaban cristalizadas apenas nacía el día. era el invierno y los días eran más duros de lo que yo había imaginado o recordaba. supe de nuevo que el invierno era frío y con un viento que aumentaba su presencia cuanto más uno se acercaba al río, y que por eso el clima era húmedo y la ciudad gris, y las personas y las cosas cambiaban su color y su ritmo durante ese largo periodo que duraba el frío.
finalmente llegaría la primavera y la ciudad sería otra, cambiaría: tendría la sombra de las hojas de sus árboles marcadas en sus calles, tendría colores verdes, diferentes, olores dulces y profundos, tendría sonidos placenteros de su fauna y personas con livianas ropas y sonrisas.
2
tuve la sensación de haber llegado
de caminar otra vez mis propias calles
de mirar el mar o un árbol y reconocerlo como mío
como algo familiar
que reconozco sin hacer esfuerzo alguno
tuve la sensación de haber llegado
y fue lindo
que una brisa de este invierno humedecido
me trajera la nostalgia de otros tiempos
no tan remotos
que el olor al río mar que nos golpea
me abrazara de una forma indescriptible
y me llevara paso a paso hacia adelante
sin pelea
3
la sensación primaveral duró un instante. una lluvia intensa humedeció la tierra que desprendió ese olor que sólo se parece al olor de esta tierra y a ninguna otra. llovía fuerte y el viento no tenía intensión de hacer daño. las hojas del plátano que deja ver su copa desde el patio interno de la casa, acariciaban una y otra vez la claraboya de vidrios transparentes. como en un ritual o danza particular, las ramas con hojas aún amarillas del plátano iban y venían, jugando con el viento y el agua. el olor a la vida mojada y ese sonido a tormenta primaveral le brindaron una sensación que no pudo comparar con ninguna otra, y me dijo: es como volver al vientre de una madre habiendo tenido conciencia de aquellos primeros instantes, a salvo de algo. luego se quedo dormida.